Facebooktwitterpinterestmail
Hna. Anna CaiazzaSuperiora generale

Hemos llegado al final de nuestro 11° Capítulo general, tiempo fuerte del Espíritu que ha guiado cada paso, dándonos luz y fuerza, inspirando sabiduría y “entrega”, especialmente en los momentos difíciles.

Hemos vivido un mes intenso y extraordinariamente rico. Día tras día en nosotras ha crecido la comunión en el deseo del compromiso de sentirnos “un cuerpo solo”, aunque en la diversidad de proveniencia, de edad, de cultura y de mentalidad, conscientes de la responsabilidad de discernir juntas lo que el Señor quiere de y para nosotras.

Hemos comenzado nuestra experiencia capitular en el “jardín de la resurrección”, donde con María de Magdala hemos sentido pronunciar por el Maestro nuestro nombre y vuelto a escuchar su invitación a ir y a salir, a ser testigos de la resurrección y ser colaboradoras del Espíritu en la misión de Dios.

En el jardín de la resurrección, hemos vivido los ejercicios espirituales en compañía de Rut, la mujer «que ha sabido amar». Luego, en el clima pascual de la memoria, hemos “contemplado” nuestra realidad, en cuyas luces y sombras hemos vislumbrado aquel «hilo rojo del amor de Dios, que vincula toda nuestra existencia»[1].

Los relatores que han seguido nos han ayudado a percibir la belleza y la actualidad de nuestro carisma en la Iglesia, un carisma que nos vuelve a poner siempre en el camino de la Palabra con la «movilidad de los pasos de la danza», como ha subrayado la pastora Lidia Maggi, en los caminos de las mujeres y de los hombres de hoy.

En este monumento brota espontáneo de nuestro corazón el canto del gracias.

Gracias a las hermanas del gobierno general que han concluido su servicio.

Gracias a la Comisión precapitular, en particular a hna. Paola Fosson, que no ha estado físicamente entre nosotras y a P. Cristo Rey García Paredes, que ha inspirado el trabajo de preparación, orientando nuestros pasos para la elaboración del Documento capitular, guiando con mucha sabiduría el discernimiento en vista de la elección de la superiora general y de las consejeras.

Gracias a la Comisión central y a los varios equipos de redacción, información, lectura de las actas, liturgia y recreación.

Gracias a las moderadoras de los grupos y a las secretarias.

Gracias a las traductoras, que han facilitado la comprensión de los contenidos y la comunicación entre nosotras.

Gracias a las hermanas que detrás de los bastidores, han desarrollado esenciales servicios: hna. M. Gabriella Santon, hna. Melba, hna. Luz Helena, hna. Teresita, hna. Saveria, hna. Paola Dutto… Gracias a las hermanas de la Casa general y de la Casa San Paolo.

Gracias a nuestras fotógrafas y a las hermanas que han gestionado el sitio internet, llevando los rostros y nuestras voces a cada ángulo del mundo.

Gracias a cada una por las intensas celebraciones litúrgicas, el compartir y los momentos de fiesta vividos en alegría y comunión.

Gracias a hna. Livia Sabatti que ha hecho posible la bellísima velada con Mons. Frisina y el coro de la diócesis de Roma.

Gracias a los hermanos paulinos y a sus colaboradores y colaboradoras, que nos han acogido en esta casa y nos han hecho respirar un clima de familia.

Gracias a todas nuestras comunidades, a los miembros de la Familia Paulina y a cuántos nos han estado cerca acompañándonos con la oración y haciéndonos sentir cotidianamente su presencia con mensajes de aliento y de buenos deseos.

Gracias por cada hermana de la congregación, por las jóvenes y por las menos jóvenes, en manera especial por las hermanas ancianas y enfermas, que han ofrecido y rezado mucho por nosotras. Gracias al testimonio de hna. Vincenza que nos ha hecho entender que la juventud no tiene que ver con la edad y que el amor y la vocación y la pasión apostólica no tienen edad.

Gracias a todas nosotras por el empeño, la seriedad y la corresponsabilidad, por el clima serio, laborioso y responsable que ha caracterizado cada etapa del Capítulo.

Gracias a las hermanas que han aceptado compartir conmigo el privilegio de servir a la congregación en el gobierno general por los próximos seis años.

Un gracias especial con ustedes quisiera dirigirlo al Espíritu Santo, el “Protagonista de la misión”, que ha guiado nuestro camino haciéndonos recorrer caminos y senderos que a menudo no esperábamos. Pero el Espíritu “viene desde los cuatro vientos”, sopla dónde y cómo quiere…

Regresando a nuestras comunidades comunicaremos con humildad y fe cuanto hemos vivido y las orientaciones que, con la luz del Espíritu, hemos vislumbrado para los próximos seis años. Sobre todo seremos testigos de la necesidad di vivir en alianza con Dios, por la salvación del mundo. Confiando en la promesa que el Maestro Divino, a través del Fundador, ha hecho a toda la Familia Paulina, podemos volver cada día a levantarnos y a ponernos en camino, como ayer nos ha solicitado el Papa Francisco «con la audacia que viene del Espíritu y la creatividad que ha caracterizado» a nuestro Fundador. Y ha agregado: «Salir, partir pronto, como la Virgen María y san Pablo, así también ustedes llamadas a comunicar, con la vida y las obras apostólicas, la Buena Noticia a los hombres y a las mujeres de hoy. No hay tiempo que perder».

Nos ha parecido volver a escuchar a P. Alberione: « ¡Por lo tanto Adelante! […] Lanzarse hacia adelante cada día, sin detenerse jamás, ni en el camino de la santidad, ni en el trabajo de apostolado. ¡Adelante! ¡Lanzarse siempre hacia adelante!» (FSP55, 185).

Por lo tanto, jamás detenerse y recorrer los caminos del mundo, como ayer nos ha repetido el Papa «con una mirada contemplativa y plena de empatía por los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, hambrientos de la Buena noticia del Evangelio». Francisco – una de nosotras, esta mañana ha subrayado en la condivisión – ha coronado con sus palabras el contenido de nuestro Documento capitular. A través de él hemos comprendido además que esta es la voluntad de Dios para nosotras, hoy: reavivar el don de la fe, para ser misioneras con el testimonio de la vida centrada en Cristo, dejándonos iluminar siempre por la Palabra, que mantiene encendido en nuestro Instituto, aquel espíritu apostólico que nos impulsa a “salir”, a volver a buscar todas las oportunidades para sembrar la Palabra, con la “fantasía” de la comunicación, para poder habitar las periferias del pensamiento y las periferias existenciales, manteniendo en el corazón la capacidad de sentir compasión por tantas necesidades que nos rodean.

Estamos llamadas a « pasar el invierno para volver a florecer y dar fruto», sin consentir al desaliento y a la resignación, porque, nos repite papa Francisco, «largo y fructuoso es el camino que queda por recorrer».

Queridas hermanas, la asamblea capitular, con la mayoría calificada solicitada, se ha expresado para la clausura de este Capítulo, por lo cual

DECLARO OFICIALMENTE CERRADO EL 11° CAPÍTULO GENERAL

que hemos celebrado según las normas establecidas por las Constituciones y el Directorio.

Partimos de este “cenáculo” con la certeza que el Señor está y estará siempre con nosotras. ¡Nosotras no podemos, pero confiamos!

Deseo concluir con el apelo que ayer papa Francisco me ha “consignado”, saludándome: «¡Les recomiendo la alegría, la alegría. Sean gozosas, siempre!».

La alegría es el rasgo característico del evangelizador: «es un don que camina, camina sobre el camino de la vida, camina con Jesús». Es el documento de identidad de la Iglesia que anuncia, de la Iglesia en salida, de la Iglesia itinerante, de la Iglesia del éxodo y del don (cf. EG 20).

La alegría es el rasgo que ha caracterizado – y esperamos caracterice aún – a las Hijas de San Pablo, mujeres felices porque Dios es nuestra felicidad. Mujeres de la Palabra y de la Alianza: como María, la Magdalena, nuestra amada Tecla, que hubiera querido tener mil vidas para ponerlas al servicio del Evangelio.

____________
[1] Papa Francisco, Mensaje para la XXXII JMJ.


Volver arriba